No pretendo abordar desde aquí el tema del coronavirus y cómo afrontarlo o qué repercusiones tiene el confinamiento. Como ya he expresado y está expresando mucha gente, estamos sobre-estimulades al respecto de noticias e información y no nos viene bien. Pero sí quería pararme con algo que a mí particularmente y a otras personas (tanto en consulta como entre mis redes afectivas) nos está afectando. Y tiene que ver con esto de romantizar la cuarentena, sin darnos cuenta de la lectura de privilegios e invisibilización de las opresiones lleva de la mano.
Me refiero al discurso que se está dando a bombo y platillo de ser súper productives y estar agradecides en esta cuarentena. Involucrarnos en mil cosas nuevas, aprovechar el tiempo. Hacer “todo lo que siempre posponemos porque no nos dá lugar”. «Qué bien nos va a venir a todes parar un poco”… Ante este argumentario yo no puedo separarme de varias ideas:
Tener que mantenernos sí o sí productives e involucrarnos en muchas actividades (como si no fuera suficiente sostener el malestar de encontrarnos con nuestras libertades recortadas) para sentir que somos “útiles” tiene mucho que ver con la lógica capitalista en la que estamos inmerses. Cuando se nos fuerza a parar, ataca con mayor violencia al cuestionar nuestra propia valía si no podemos responder al sistema en que nos hemos criado y en el que nos incitan a participar. Puede que se tambalee mi bienestar precisamente porque esté ligado de forma sistémica y sistemática a ser capaz de producir.
Aprovechar el tiempo y romantizar la cuarentena, como bien está expresando Pamela Palenciano , tiene que ver con un privilegio de clase brutal.
¿Qué pasa con la gente que hace cuarentena con quienes les maltratan? ¿Y con quien vive en calle y no tiene dónde hacer cuarentena? ¿La gente que trabaja desde la autogestión y se ve con 0 ingresos sin saber cuándo volverán a ingresar (o si su proyecto seguirá siendo viable cuando todo esto pase)? ¿Quienes a pesar de todo se les fuerza a no parar y exponerse debido a la precariedad económica con la que ya contaban (como las internas, limpiadoras, etc., con el componente de género que lleva) y que además están expuestas a mayor extorsión y manipulación dadas las circunstancias? ¿Nos olvidamos a la gente que está institucionalizada y/o en plantas de psiquiatría (como informa Orgullo Loco Madrid) que ya tenían restricciones impuestas y con esta situación se habrán agravado independientemente de sus necesidades?
¿También pasamos a todas estas personas por el rasero de “qué bien parar, aprovecha el tiempo que nos han cocncedido”?
No me parece ni tan sencillo ni responsable asumir estos discursos. Hacía falta parar, sí, pero no para volver a la lógica capitalista y productivista previa, sino para darnos cuenta de que esto no funciona. No pretendo demonizar a quienes están aportando su tiempo y actividades en la cuarentena (al contrario, gracias), sino señalar el discurso que estoy viendo que sobrevuela a todo eso.
Sacar lo bonito y romántico de “poder quedarse en casa” vuelve a invisibilizar y desproteger a les de siempre: a quienes estamos en los márgenes. Romantizar la cuarentena supone obviar los privilegios y opresiones que habitamos y nos atraviesan. Esto, cuanto menos, me parece irresponsable.
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