Ansiedad, estrés, tristeza, miedos, rabia, relaciones difíciles… Parece que todo el mundo sabe qué aconsejarte y cuál es la solución, pero aun así, no terminas de estar bien, las fórmulas mágicas no funcionan contigo.

Y empiezas a pensar que el problema eres tú.

Pruebas diferentes opciones, te dicen qué hacer (o no) para mejorar, incluso hay quien te culpa por no estar mejorando. Y cada vez te convences más de que algo raro te pasa, que no haces más que volver a lo mismo y que al final todas esas voces van a llevar razón y es que eres una persona difícil y que no vas a cambiar.

Quizás no necesitamos tantos consejos o recetas “fáciles” para estar bien, sino un espacio seguro donde nos acompañen y asesoren en el malestar.

Mi prisma de trabajo: el modelo relacional-sistémico

Cuando decidí especializarme dentro del mundo de la terapia, opté por este modelo porque era el que más sentido tenía para mí, tanto por mi propia historia vital como por la forma en que entiendo el proceso de acompañamiento.

El foco de atención se centra en la forma en que establecemos nuestras relaciones, dónde nos posicionamos al relacionarnos con otras personas y cómo nos comunicamos, entendiendo que la realidad no es tan sencilla como asumir que A tiene como consecuencia B, si no que ambas se influyen de forma constante y circular. De hecho, suele hablarse de multicausalidad circular dentro del modelo. Para entendernos sin usar palabras extrañas: que todo a su vez es causa y efecto. Por otro lado, si haces una búsqueda rápida en internet observarás que se nombra constantemente a la familia de origen. Y sí, es cierto, también ocupa un espacio relevante ver cómo nos hemos desarrollado en nuestras familias y cómo han sido esas relaciones. Quizás tenga que ver con lo que me pasa actualmente.

¿Cómo es el proceso terapéutico?

A veces nos han contado muchas cosas de cómo funciona la terapia, hemos visto en películas y series diferentes formatos de despacho y profesionales interviniendo. Hay quien piensa en que ir a terapia es que te hagan ver las cosas de forma más optimista…

Si tuviera que describir de forma sencilla cómo es el espacio de terapia, diría que se trata de generar un espacio seguro y de confianza donde poder centrarnos en las preocupaciones que más nos afligen y nos acompañen en la búsqueda de recursos y habilidades frente a ellas.

Y no, no necesariamente pienso que se trate de ver las cosas de forma más optimista. A veces se trata de visibilizar lo difícil que es algo, y generar formas de cuidarnos ante la dificultad. Pero eso no se traduce en tener que sacar el lado positivo de todo o verlo de forma optimista, porque a veces no lo tiene. Que se lo digan a una persona sin hogar que pasa cada día buscando un sitio para dormir y recibiendo agresiones. O cuando muere un ser querido cercano de forma abrupta y/o dolorosa. Igual aquí por mucha actitud que le pongas no duele menos o todo «va a mejor».

Cuando trabajo, pacto con la persona a qué temáticas o cosas quiere dedicar el espacio. Avanzamos a su ritmo, de forma que vamos descubriendo juntas cuáles son las dificultades y qué significan para ella, él o elle, y se avanza en la medida que la persona en cuestión se siente capaz y desea hacerlo.

Además, se puede trabajar en diferentes «formatos»: individual, de pareja y familiar. Y ojo, que por ejemplo trabajemos de forma individual no significa que no podamos trabajar cuestiones de pareja o familiares. Otra de las máximas del enfoque sistémico es que, cuando una pieza del sistema cambia, todo se moviliza y empieza a cambiar. Que alguien acuda a consulta para revisar ciertas cuestiones que le preocupan respecto a su familia no quiere decir necesariamente que venga con su familia (lo cual es posible y también eficaz, pero no siempre el resto de personas estén dispuestas a iniciar un proceso terapéutico aunque une misme lo tenga claro).